NUTRIRSE CON CEREBRO

Expertos del Carlos Haya investigan qué factores sociales y medio ambientales de riesgo originan los trastornos en la alimentación.

El proyecto estudia el comportamiento nutricional de los habitantes de la localidad malagueña de Pizarra.

Para desarrollarlo, los científicos han recibido un incentivo de la Consejería de Innovación, Ciencia y empresa de más de 160.000 euros.
José Luis López
“No sabemos lo que comemos”, comentan los expertos en nutrición ante el incremento de obesidad en niños y jóvenes adolescentes en los últimos años. Esta es una de las conclusiones a la que ha llegado el grupo de investigación de la unidad de Endocrinología del Hospital Carlos Haya que trata de identificar cuáles son los factores de riesgo que originan estas patologías.

Los investigadores malagueños afirman que la falta de cultura influye en la aparición de enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial y la obesidad, entre otras afecciones relacionadas con el trastorno alimenticio.

La ignorancia enferma Esta conclusión a la que ha llegado este grupo de investigación está demostrada por un análisis exhaustivo que desde 1995 están realizando estos expertos en la población malagueña de Pizarra.

El objetivo del proyecto es estudiar el comportamiento nutricional de los habitantes de esta localidad malagueña y para desarrollarlo, los científicos han recibido un incentivo de la Consejería de Innovación, Ciencia y empresa de más de 160.000 euros.

Federico Soriguer, jefe de servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Carlos Haya“Hemos fenotipado a 1.200 personas, a la cuáles se le han realizado análisis clínicos, determinado la talla, el peso, pliegues cutáneos y la distribución de la grasa corporal.

Estos resultados han sido comparados con las condiciones medio ambientales y sociales de la localidad”, explica Federico Soriguer, investigador principal del proyecto.

Como ejemplo, podemos decir que la familia que reutiliza con demasiada frecuencia el aceite para cocinar padece mayor riesgo de contraer hipertensión arterial.

El motivo es que el aceite, tras utilizarse varias veces aumenta las sustancias de degradación.

Otra de las conclusiones destacables que encierra este estudio hace alusión a que todavía hoy día muchas personas que padecen una enfermedad metabólica no son conscientes de que la sufren.

“La gran mayoría de los habitantes de Pizarra analizados desconocen que son diabéticas, o que son obesas, y por contra, cuando asisten al médico es demasiado tarde ya”, declara Soriguer.

Con estos habitantes sucede también el efecto contrario, es decir, personas que saben que padecen alguna enfermedad relacionada con las costumbres alimenticias y que no siguen el tratamiento.

Esto sucede porque en la mayoría de las ocasiones el tratamiento supone un cambio drástico en los hábitos de vida de una persona.

Por ejemplo, el andar diariamente una hora, e incluso el renunciar a determinados alimentos son costumbres muy difíciles de realizar por los habitantes de esta localidad.

A pesar de esto, el estudio refleja que a lo largo de los años de investigación la gente está mejor informada sobre qué alimentos deben tomar para prevenir estas afecciones.

Se ha demostrado, que con el paso de los años, los habitantes de Pizarra han ido tomando conciencia de la importancia de consumir sal yodada en las comidas, aliento fundamental para la prevención del bocio, una tumoración en la parte anteinferior del cuello que afecta a la tiroides.

En busca del dato EN el cuerpo de un ser vivo se producen cada día múltiples reacciones químicas.

Por ejemplo, al ser humano el simple hecho de tomar azúcar le proporciona energía.

Esta acción viene precedida por las enzimas, un tipo de proteínas que hacen posible que la glucosa, en contacto con el oxígeno, produzca energía, dióxido de carbono y agua.

Si esas moléculas no existieran en el organismo de un ser vivo, no podría realizarse la combustión de la glucosa.

La importancia de estas proteínas viene precedida, además, por que gracias a la manipulación de éstas se pueden fabricar inicialmente medicamentos y alicamentos, es decir, alimentos a los que se le añaden artificialmente aditivos, colorantes, saborizante y nutrientes.

Para ello, la industria farmacéutica destina grandes partidas presupuestarias, pues para conseguir tanto medicamentos como alicamentos es preciso conocer una información que es fundamental: la estructura de las proteínas.

El saber este dato de las enzimas es una tarea muy complicada que, además de necesitar una elevada inversión, requiere una gran infraestructura con escasas garantías de éxito.

No obstante, la empresa malagueña Protae ha logrado desarrollar un programa informático que permite conocer la estructura de estas enzimas sin la necesidad de usar la maquinaria tradicional que manejaban los investigadores de la industria farmacéutica. “Para atajar el largo recorrido que las potentes máquinas estaban desarrollando, hemos ideado unos métodos de predicción de estructuras basándonos en la probabilidad.

Cuando hallamos una secuencia de unas proteínas similares a otras ya encontradas, el trabajo se facilita”, añade Aurelio Moya, gerente de la empresa.

De esta forma, el investigador o el farmacéutico que esté trabajando en un nuevo medicamento y cuyo estudio se encuentre estancado porque no ha podido determinar la estructura de esta proteína, puede contratar a Protia, que además de facilitarle esta información, le ofrece un servicio personalizado.

La empresa malagueña se implica en la investigación del científico, ya que para ofrecer la información de la estructura de una enzima específica, Protia debe conocer la línea de investigación del éste.

Los investigadores no han podido subcontratar estos servicios de predicción de estructuras hasta ahora, puesto que la especialización en este terreno es escasa. En la actualidad, la Universidad de Málaga avanza en esta línea de estudio, cuyos efectos prometen ser bastante rentables para la comunidad científica.

Más información:

Federico Soriguer
Hospital Carlos Haya