martes, 11 de noviembre de 2008

Navarra


El nacedero del Urederra

Lo primero que el viajero se encuentra al subir a la sierra de Urbasa desde Alsasua, en el puerto de Olazagutía, es el Centro de Información del Parque Natural Urbasa-Andía, una instalación moderna y modélica, donde se proporcionan valiosos contenidos didácticos a través de paneles, maquetas, ortofotografías, vídeos y ordenadores.
Si siempre es conveniente visitar este tipo de centros antes de adentrarse en un parque natural, aquí lo es con mayor motivo.
Y es que la de Urbasa es una sierra muy extraña.
Y desde luego, imposible de comprender a simple vista para quienes, como es habitual, se acercan a ella por la autovía N-I a través del corredor del río Arakil.
Tan extraña es que ni siquiera parece una sierra.
Grisáceos acantilados Para empezar, no tiene cumbres ni valles, sino que es una meseta tersa y verde como una mesa de billar, donde hasta los pastores se descarrían cuando se les echa encima la niebla, algo bastante frecuente.
Es una altiplanicie que se corta bruscamente, casi con crueldad, formando acantilados grisáceos de 500 metros de altura, que por el Norte caen a plomo sobre la Barranca Burunda —así le dicen los nativos al corredor del Arakil— y por el Sur a las bucólicas Améscoas, antesalas de la vinífera Tierra Estella.
Al ver estos acantilados, uno puede imaginarse el agua que hace 150 millones de años cubría Urbasa, un mar cuyos sedimentos calcáreos fueron levantados durante la orogenia alpina y luego arrasados, dando origen a esta sierra lisa.
Ello explica por qué se han hallado dientes de tiburón en este paraíso de ovejas latxas.
También se explica, conociendo los caprichos de la roca caliza, la extrema verticalidad del cantil, barrera formidable contra la que rompen los frentes atlánticos, descargando hasta 1.800 litros al año en el Norte de Urbasa, para alegría de robles y hayas, en tanto que en el Sur suele lucir un sol a propósito para hacer la siesta debajo de un olivo.
Y se explica que, pese a que llueve a cántaros, no haya ríos en la meseta cimera, pues el agua se cuela por sumideros cársticos y sale a chorro al pie de los acantilados, donde sólo tres nacederos surten la cuarta parte de la que consume toda Navarra.
El más caudaloso de ellos es el del Urederra, que surge con extraordinario ímpetu al Sur de la sierra

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