Cuando aparecieron los pintores del indigenismo, como Kingman o Guayasamín, la plástica ecuatoriana tuvo mucho interés internacional.
De esa generación que gozaba de mucha apertura hubo una que corrió a la par y que se planteó nuevos temas y nuevos recursos.
Se le estaba gritando al mundo que el indigenismo no era lo único que un ecuatoriano podía crear.
Apareció entonces el grupo ‘Van’, del cual Moreno formó parte junto a otros pintores, que expresaron una diversidad de técnicas y estilos muy contemporáneos.
A Guayasamín nadie le puede discutir su gran capacidad plástica, sin embargo, su personalidad, obstaculizante y ególatra en muchas ocasiones, ayudó a que este movimiento no se estableciera del todo.
Los paisajes para Moreno, por ejemplo, no pueden ser iguales a la realidad, porque si no, no tendría sentido pintar.
Si la naturaleza es perfecta para qué reproducirla con el óleo, es mejor transformarla, irse en contra de lo anecdótico, contra la imagen bonita de la sala y los muebles;
el arte de Moreno juega con los ojos del espectador, y juega también con su propia mente, nunca conforme, siempre inquieta.
Oswaldo fuma y se toma un sorbo de un trago de chocolate, medita y vuelve a hablar.
Dice que la publicidad hace su parte, el mercado produce fama equivocada convirtiendo la figura de un pintor en un mito, en un ícono del arte y de nuestra cultura siempre ansiosa de ídolos.
Mucha gente es ignorante y quiere ver las cosas tal cual son, como la misma realidad.
Para Moreno es la sedante naturalidad cómoda y displicente de muchos espectadores, a la que se suma la ansiedad de la gente de figurar a la par con el pintor.
“Yo tengo un cuadro en mi casa de tal o cual pintor”, dicen muchos.
Se venden esas pinturas en cantidades estratosféricas y si abrimos los ojos no representan el verdadero valor de la obra.
En ese sentido las galerías han servido para alcahuetear grandes farsas y para poner al arte al nivel de una lata de atún, una mercancía más.
Moreno ahora está cansado, su voz lo delata y su vista tiene un problema que le impide ver, se le ha apagado la candela de su pucho pero no la candela de pintar.
El abstracto y la acuarela seguirá siendo lo suyo, aunque con dificultades lo seguirá haciendo, ésa es la razón de su vida.
Vuelve a encender el pucho e inhala nuevamente, es su ritual diario.
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