martes, 11 de noviembre de 2008

Pintura, fotografía y piedad desde los márgenes




"En mi obra, la pintura es fotografía y la fotografía es pintura". Darío Villalba (San Sebastián, 1939), resume en esta frase la esencia de una obra que, desde los sesenta, ha hecho de él un artista inclasificable.
Él mismo define su identidad por negación.
En primer lugar, no es un fotógrafo -"No sé nada de fotografía.
Es un medio. Una técnica"-. No se considera expresionista -"No modifico las imágenes"-. Tampoco es un artista pop. Ni siquiera pop soul, como le definió Andy Warhol -
"Mi obra es una contestación al pop, que masifica las imágenes de consumo; yo, al contrario, las individualizo para darles su máxima trascendencia, incluso religiosa"-.
Y mucho menos un artista conceptual -"Soy un artista directo del alma, de la poesía"-.

Con esas premisas es más fácil acercarse a sus últimas obras, que se muestran hasta el 11 de octubre en la galería Marlborough de Madrid.
Es la primera exposición del artista desde la gran retrospectiva organizada el año pasado por el Museo Reina Sofía.
"Quería sacar al Darío Villalba más oculto, que sale a flor con una fuerza y una ternura tan fuertes o más de lo que se vio en el Reina Sofía", afirmaba mientras supervisaba el montaje de las obras.
Asegura que se encuentra en un "momento creativo fuerte" y que ha conseguido una exposición cargada de "poética" y de "rotundidad del lenguaje".
La pieza central de la exposición, un tríptico formado por una fotografía de un niño gitano, flanqueada por pinturas de materia espesa, como grava de color gris, resume las claves de ese momento creativo del artista: "La imagen frágil del niño contrasta con dureza de las pinturas".
La ternura frente a la aridez.
Como siempre en su obra, Villalba da otra vuelta de tuerca a ese vaivén constante entre pintura y fotografía en el que siempre se ha movido:
"Una u otra, no importa, uso lo que me sirva para transmitir a vuestros ojos, menos contaminados que los míos seguramente, y poder proyectar mi alma al exterior", dice como hablando a una audiencia.
Pionero de la utilización de la fotografía en España en los años sesenta, Villalba mira hoy con recelo la "sobredosis" de este medio:
"Mucha gente lo usa sólo por estar a la moda, sin darse cuenta de que no es más que un vehículo para las emociones o actitudes. Y a medida que avanza la tecnología, es peor".
No le interesa la perfección de las imágenes, sino su honesta realidad. Una vez captadas, se limita a ampliarlas sin manipularlas.
"Es mi bisturí para entrar a bocajarro en el alma sacramental de los seres humanos que yo elijo de mi imaginario", explica.
Un imaginario poblado de seres marginados, mendigos, locos y enfermos, que vuelven a ser los protagonistas de la obra de Villalba.
Son personajes que salen de los Documentos básicos que el artista lleva recopilando desde 1957, más de 3.000 fotografías que son su diario íntimo estético.
Puede ser la nuca de una chica adolescente, o unas manos, o los pies del artista.
Pero no es un trabajo documental:
"Son imágenes que pertenecen a mi espíritu, a esos náufragos de mi interior que reclaman protagonismo", dice.
Niega, sin embargo, que la marginalidad sea el eje de su obra:
"Elijo estas imágenes por su enorme significado, porque me encuentro ante situaciones límite del ser humano.
Pero en esta exposición hay también ternura, hay piedad".
Piedad es, precisamente, el título que Villalba ha elegido para esta exposición.
No cita a otros artistas ni literatos como referentes o inspiración:
"Sólo mi espíritu religioso, y todo lo que veo durante el día y hasta lo que sueño de noche".
Se reconoce una persona espiritual y asegura que le emociona la idea de la encarnación que, para él, llena la religión -la católica, la suya- de humanidad. "Yo también me inmolo, modestamente, en carne en mis obras", afirma.
Esa espiritualidad es la que Villalba se empeña en transmitir, dice, a través de una obra hecha, de "interminables momentos de silencio, pero también de amor y esperanza".

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