martes, 11 de noviembre de 2008

Las verdes Amescoas

Aunque uno de los recorridos que pueden hacerse parte del puerto de Zudaire,
la forma más lógica de acercarse al nacedero, remontando el propio río a que da lugar, es desde la localidad de Baquedano, pequeña población de la Améscoa Baja —que junto a la Alta se extienden al Sur de Urbasa—.
Para ello, hay que seguir la calle que dobla a la izquierda por encima del frontón y luego la pista de tierra que se desvía a esa misma mano junto a las últimas casas;
así, hasta franquear una langa o portilla metálica, tras la cual se presentan un panel informativo y ascendente para la vuelta, se baja raudo al río para, una vez a su vera, ir acercándose a la cabecera del cañón que él mismo ha creado.
Erosión remontante, que dicen los entendidos.
El abundante Urederra Más extraña aún que esta sierra sin cumbres es la belleza sin respiros y avasalladora del Urederra, corriendo entre hayas de cuento y peñas caídas de los acantilados, entre musgos y yedras, claros y oscuros.
Fragores de catarata y silencios absortos del paseante ante tanta cascada y tanta poza de un agua tan abundante y esmeralda que hipnotiza.
¡Y menos mal que hay barandillas para evitar traspiés!
Tras una hora y media de andar, se cruza un largo puente de madera y se alcanza el poderoso salto bautismal, de una docena de metros, que el Urederra da no más nacer al pie de un paredón que aún se eleva doscientos más.
Hermosa agua que puede compararse con las más bellas cascadas de España.
Todo esto puede también contemplarse a vista de pájaro desde el Balcón de Pilatos, al que se llega dando un paseo desde el aparcadero —así reza un cartel— que hay en la carretera de Zudaire a Alsasua, en lo alto del puerto.
Desde esta cornisa se domina, como los buitres del lugar, el abismo en forma de U donde es alumbrado el Urederra, un espectáculo visual realmente impactante.

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